Son las 6.55 de la mañana. Hace algo de frío. Voy a ducharme y a desayunar. Después, me espera una lista de tareas. Tareas que yo escogí ayer noche, y que han de acercarme a mis objetivos. Aunque lo más importante no son los objetivos en sí. Lo esencial es mantener el ritmo, mantener la rueda en movimiento. Porque así, ‘vives’, entras en contacto con el entorno, intercambias actos y vuelcas tu mente y tu cuerpo en la realidad. Sigue leyendo ««T». Número 12: Volcando información sobre la Realidad»
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«T». Número 11: No olvides el humor, rubia
Veamos, acabo de leer este texto humorístico:
«Esperar a que la noche llegue a su fin se me hace cada vez más duro. Ayer experimenté la incómoda sensación de que unos cuantos hombres intentaban irrumpir en mi cuarto para lavarme la cabeza. Pero ¿por qué? (…) Cuando por fin logré dormirme, volví a padecer ese horrible sueño en el que una ardilla trata de cobrarme como premio de una rifa. Desesperanza».
«R». Tiempo de Experimentar
En EdC0 hemos hablado de lo importante de cambiar la actitud. Créelo, porque es cierto: si tú cambias, todo cambia. Si haces el esfuerzo de comportarte de la manera en la piensas que realmente te gustaría, visualizarte siendo tu SER evolucionado (pokemon nivel 2 o 3) harás que poco a poco ese comportamiento persista y dejarás de poner esfuerzo en ese cambio, y te habrás acercado algo más a aquello que anhelas, que no es más que acercarte a tu SER.
«T». Número 10: El Plan (IV)
Hoy el sol ha vestido las fachadas de la ciudad con una gasa tibia, anaranjada.
Y aunque hemos llegado al otoño, parece el principio de la primavera. Supongo que es cuestión de mentalidad. En el edificio de enfrente, las ventanas están abiertas. La gente aparece y desaparece. Muestra su vaivén y un pedazo de vida, a cambio del aire y el sol.
En esa rutina controlada que no hay miedo a esconder, encontramos, por ejemplo, a Señorita Delicada —y su coleta rubia, con forma de pincel lustrado—, que ahora teclea en su portátil; que hace una pausa para tomar en sus manos una taza de té. Sigue leyendo ««T». Número 10: El Plan (IV)»
«T». Número 9: El Plan (III)
Hoy es domingo. No he hecho mucho, pero si he organizado la agenda para empezar la semana de una forma especial. De alguna forma, mi experimento comienza mañana. Aunque en realidad, no es ningún experimento. Es volver a la vida tal y como la conocí tiempo atrás. ¿Y sabéis por qué es el mejor momento para hacerlo? Porque, aunque os parezca un tópico, nunca hay mejor momento que el actual para acercarse a los anhelos. Sigue leyendo ««T». Número 9: El Plan (III)»
«T». Número 8: El Plan (II)
Ahora ya es de madrugada. No debería haber tomado ese café. Sin embargo, ya que no voy a dormir mucho, intentaré aprovechar la noche. Aunque esté solo. ¡Qué demonios, me encanta vivir de noche!
En realidad, me desenvuelvo bien a estas horas. Y mientras rondo por la casa como si ésta fuera un baluarte de un mundo deshabitado, ojeo libros, o escucho música. También imagino historias; o busco botellas que aún contengan algo de licor (después de la última e idéntica búsqueda); hago planes activos para el presente y el futuro y, ¿por qué no decirlo?, a veces recibo visita de fantasmas del pasado. Sigue leyendo ««T». Número 8: El Plan (II)»
«T». Número 7: El Plan
Han pasado unos días desde que salí con «P». La noche fue normal. Agradable. Pero no vivo un momento en el que sienta que así deben ser las noches.
Esto lo pensaba también entonces, mientras caminábamos por grandes avenidas —salpicadas de pubs, restaurantes, de teatros y cines— o por algún barrio pequeño (con sus bares, escondidos y peculiares). Hablábamos («P» tiene buena conversación) y, desde luego, nos emborrachamos («P» también tiene buen beber). Pero de alguna forma, me sentía alejado de allí, de los locales a los que entrábamos, de las calles y plazas llenas de gente. Sigue leyendo ««T». Número 7: El Plan»
«T». Una Primera Noche (5)
La palpo por dentro. Su jugo es abundante, y al tirar de ella hacia mí —repetidas veces—, parece romperse un globo de agua en su vagina. Esta carne blanda y húmeda es lo que guardan, lo que protegen sus bragas.
La chica aspira profundamente, y abre sus ojos de par en par. «No, no, no… ¿Qué haces?» Aunque no es un susurro, modula la voz para que no se le oiga en la otra parte del local. Enseguida, consigue sacar su mano de mi pantalón, y me empuja. Intenta zafarse de mí. «Hacer que te corras en la parte de atrás de un pub —digo sonriendo, intentando empatizar con ella— Nadie se enterará. Dime ahora si te has sentido incómoda besándome. Dímelo.»
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«T». Una Primera Noche (4)
(Si llegas aquí por primera vez, es posible que quieras empezar por el principio de esta historia. Sigue este enlace y los que encontrarás al final de cada entrada. Y ahora, seguimos…)
Cuando la suelto, lo hago más por mantener las formas (las que se pueden mantener aún) que por deseo. Lo que siento, de hecho, no es exactamente excitación. Tiene que ver más con el ansia y el hambre. Con exprimir ese cuerpo —que rebosa un olor a mujer preñable— hasta la extenuación; con llenarlo y fatigarlo a empellones, con usarlo y consumirlo, con volverlo sucio, con engullirlo de forma salvaje. Sigue leyendo ««T». Una Primera Noche (4)»