R. De sentimientos y colores

Ayer, de una manera muy muy tonta viendo la tele, caí en la cuenta de algo, que es bastante simple por otro lado.

¿Qué es lo más bonito que puedes regalarle a otra persona?

Lo más bonito y más grande que le puedes regalar a otra persona es simple:

— ALEGRÍA —

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Aquello que siempre asociamos con la niñez, con la inocencia, con el «no saber».

Sí, ayer viendo el programa este de Quién Quiere Casarse con mi Hijo me di cuenta. No había seguido el programa, pero era la final, ayer creo… Uno de los participantes era un travestí, estiraete, con clase, cara de bastante listo, algo acelerado quizás, expectante y necesitado de actividad. Tenía que elegir entre dos pavos. Para que todos pudiéramos entrar en situación, y antes de mostrar cual era la última decisión del concursante,  pusieron unos minutos del paso de cada uno de ellos durante el concurso.

Joder, estaba perfectamente claro a quién iba a elegir. Uno de ellos era un tío meditabundo y vacilante;  no era feo, probablemente fuera inteligente y con cara de filósofo, pero estaba claro que o se había pasado media vida fumando petas, o  su mejor compañero de cama era un paquete de cleenex, o una mezcla de todo. El otro chaval era un vendaval.  Un loca, pero una loca jovial, simpática, con un brillo en los ojos espectacular, sin miedo, vibrante. Estaba cantado. Pues sí, así me di cuenta, ja ja ja, viendo como el concursante lo miraba y se le llenaba la cara de alegría.

Es cierto, es  así. Y lo mejor es que es normal y lógico que así sea.

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A veces reconozco que la melancolía, la tristeza y en general esos sentimientos que se tiñen de azul, tienen algo de adictivos. Piensas en algo triste y se te humedecen los ojos, te quedas en el rincón, abrazando tu también triste almohadón y te zambulless en esa espiral de sentimientos tristes… Son adictivos. Puede que más adictivos incluso que los de color dorado, como la alegría. Los sentimientos azules no traen nada bueno, es más, diría que no valen para nada.

A veces es inevitable tenerlos, como cuando ocurre una pérdida importante, una ruptura. Entonces esos sentimientos te unen a la persona perdida, a vuestros recuerdos que compartisteis juntos. De alguna manera sirven para mantener su esencia contigo y a tu lado. Como si los sentimientos de melancolía unieran más profundamente que los demás. Pienso entonces que los AZULES tienden a identificarse más con emociones «verdaderas» y profundas y no entiendo bien el por qué, como si los otros no fueran igual o más reales que los demás.

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Fotograma de «Tres Colores: Azul» de Kristof Kievlosky

Mi tía es una persona alegre. Donde quiera que va, despide alegría. Es una señora mayor, pero cuando sonríe da gusto mirarla y ver como se ilumina todo. Siempre tan bien vestida y con esos colores fuertes, vivos y vibrantes. Me gusta esa manera de ser. Siempre tenemos los sentimientos oscuros como más verdaderos como decía antes, y sin embargo, de una persona que es alegre, tendemos a pensar: joder ¡que falsa! ¡Si es que no se puede estar siempre así! Que pena. Esta claro que mantener, y digo mantener, una actitud alegre es, para mí, un trabajo que cuesta mucho esfuerzo. Aunque como todo supongo que se puede entrenar.  Definitivamente, me gustan esas personas. Porque de verdad, es un regalo.

Me hace gracia que a veces, sin pensarlo, la alegría se degrade unido a la falta de inteligencia. Uno piensa a veces — joder, me gustaría ser tonto para ser feliz. A ver, está claro que la inteligencia no da le felicidad, pero la alegría no resta inteligencia. Además de qué mierda vale la inteligencia si a uno no le hace feliz.

Estoy seguro que partiendo de la alegría, uno puede vencer cualquier cosa: la alegría nos lleva a la ilusión, a la esperanza. Qué buenos sentimientos y emociones cargados de color e intensidad: de vida.

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Este post realmente no va de nada, solamente quería contar esto.

Me hace gracia que muchas veces me quede anclado en la tortura de esa filosofía profunda y reflexiva que hasta te roba la energía. Ojo, no estoy diciendo que uno pueda de la noche a la mañana a convertirse en un ser como mi tía. Lleva siendo así desde que la conozco, y para ella es ya un estilo de vida, de conversar, de mirar al mundo. Tampoco creo que haga falta para ser feliz. Uno de sus secretos es que es también una persona que sabe apreciar (y transmitirlo) el valor que tienen las cosas para cada uno. Eso es clave, porque genera alegría y la retro-alimenta.  Ese tan valioso aprecio verdadero, que no adulación.

Adulación = mierda. Aprecio verdadero = bueno bueno 

Pero vamos, aquí hemos hablado mucho de relaciones sociales, de seres atractivos y apestosos, y bueno, seamos realistas. ¿Querríamos a alguien triste en nuestra vida? No. ¿Por qué demonios tendremos esa facultad de ponernos en seguida en los peor? De ver lo malo antes que lo bueno.

Es una parte fundamental de empezar de cero. Buscar la alegría aunque nos cueste, abandonar los sentimientos azules, la melancolía: ¡al carajo ya!

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En una noche como estas, enciendo mi pequeña lampara en el aparador, y apago el resto. Escucho un album de jazz en Spotify y lo pongo en modo aleatorio. Cojo la manta, me tumbo en el sofá y me pongo a escribir. La noche transcurre, como las notas de jazz: ágiles. Así es el jazz. Las notas van de un sitios a otros como un individuo que camina en unos de esos dibujos imposibles con escaleras que van y vienen y vuelven a ir.

 

Disfruto mucho estos momentos y creo que los había olvidado. Esto sí me gusta. Me dan alegría y me hacen también reencontrarme conmigo.

 

Feliz noche.

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