R. El Sueño

[este post no va de lo que parece sino de cómo se titula]

Ayer dije algo como «la búsqueda de la emoción»… pero no es realmente eso que suena a una aspiración infantil de querer encontrar la emoción exaltante en cada cosa que haces; no. Es, simple y llanamente estar en paz.

Trataré de describirlo mejor a ver si saco algo en claro.

Es como tener una sombra a tus espaldas en todo momento. Tener la sensación de ser observado y de además, estar haciendo las cosas mal. Una nube de pensamientos que te llegan cuando vas a realizar una acción y te evalúan. Te evalúan no solo antes de realizarla, sino también durante y después.

Imaginad a alguien que tiene algo que esconder, que le avergüenza. Quizás sea ese el sentimiento general de cómo se siento en una situación normal, en mi vida cotidiana. Sin embargo, no sé a qué se debe, no sé qué es aquello que no quiero mostrar… aunque supongo que soy yo mismo, quizás mi supuesta debilidad.


Un inciso. No lo tenía planeado, pero este post lo voy a dedicar a mi película favorita: Blade Runner. De alguna manera a veces me veo como un replicante — como Rachel, intentando pasar por un individuo de carne y hueso. En algún momento temo que alguien me pare, me pase un Voight-Kampff y me descubran…

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Vuelvo a no entender. No lo veo claro ¿qué es? Por eso he dicho muchas veces lo de la huida hacia delante, que es lo que no quiero hacer más. No quiero huir más, porque al final de la huida me encuentro más cansado que antes; evidentemente el tiempo pasa, y parece como si de golpe, todo de lo que hubiera estado huyendo, me atrapara con más fuerza.

Así estoy ahora, me dí cuenta nuevamente, de que mis temores volvieron a alcanzarme y de que todavía estoy lejos de encontrar esa paz que anhelo. No sé lo que hacer y no sé cuál es la salida. Así de simple.

Esto me pasó por primera vez cuando fui realmente consciente del vacío que sentía y del cuál escribí hace más de un año. En aquel momento tomé la decisión voluntaria de forzar una renovación, de mirar a la vida y a mí mismo de otra manera. No sé bien cómo explicarlo, pero fue así, y fue bonito. Toda una experiencia que me ha traído a donde estoy ahora. Sé que aquello fue un comienzo, y aunque en estos momentos no me sienta seguro de si realmente seré capaz de parar este desequilibrio algún día, aquello fue inevitable y tenía que ocurrir.

En mi actual situación estoy muy muy desorientado. Ya no tengo tan claro que la simple acción, pasar de una actividad a otra y probar, me lleve a algún destino positivo que no sea más que un mero pasatiempo. Pero también tengo claro por otro lado, que no podré estar así continuamente. Llevo prácticamente toda una semana con unos mareos extraños, teniendo pesadillas interestelares donde se reflejan nuevamente mis miedos. No suelo acordarme de los sueños, salvo de estos. En estos sueños, normalmente fantásticos y siempre muy aventureros, me paso casi todo el tiempo corriendo, en un mundo inestable que se tambalea conforme lo piso. Cuando me poso en algún sitio o estructura, esta no tarda tambalearse por fuertes vientos, huracanes o explosiones, y he de saltar de un lado a otro, huyendo a la desesperada… Me encuentro a gente, normalmente hay multitudes, y siempre corro, o salto, o me teletransporto. Suele haber también algo de sexual, como no, aunque siempre espontáneo y fugaz; y muchos muchos acontecimientos extraños.

Ayer noche tuve uno de estos. Aunque no era mi idea contarlo, aquí lo dejo.


Era de noche. Acaba de salir corriendo de una discoteca futurista en algún barrio perdido de la ciudad. Estaba solo. Un grupo de desgraciados me metió dos pastillas en la boca, que obviamente tuve que tragar bajo amenazas, y en cuanto me recuperé un poco y me puede levantar del suelo asquerosamente mojado, eché a correr.

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El futuro siempre es oscuro, húmedo y palpitante.

No sabía hacía donde iba ni dónde me encontraba. Los efectos de las pastillas, las luces de neón de todos los colores y el ruido me confundían, no sé si me arrastraba, si corría o si simplemente caminaba tambaleándome. Acabé escalando y subiendo a un sitio extraño dando brincos. ¿Cómo terminé haciendo aquello? No lo sé. Llegué a más alto de un edificio de cubículos blancos, hechos a base de algún material que me recordaba al pladur. Iba escalando, dando saltos inmensos, mientras veía a la gente pasando por debajo, caminando en distintas direcciones como si todo estuviera transcurriendo con normalidad.

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Alcancé la cima, y había una terraza donde se preparaba una algo parecido a una fiesta. Todavía estaba en relativa calma.

En un lado de la terraza había una especie de jaula, y tras ella una hermosa chica estaba concentrada en alguna actividad (no recuero el qué). Me acerqué a ella, la miré a los ojos y me encantó. Me volvieron loco sus labios carnosos y su mirada dulce, aunque triste. Se quedó extrañada al verme y se acercó a los barrotes. Nos dijimos algo y acto seguido nos fundimos en un beso de esos de los que no es fácil despegarse y que perduran en el transito de la separación. La punta de su lengua rozaba la mía, y casi podía sentir el fluir de sangre entre nosotros. Cerré los ojos y desaparecimos de aquel lugar.

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No duraría mucho. Pronto empezó a sacudir un fuerte viento y volvimos a la realidad. Tuvimos que separarnos repentinamente y sin mediar palabra, más que un simple cruce de miradas y sabía que no la volvería a ver más.

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Llegaron en ese momento algunas chicas amigas suyas y más gente que parecía dispuesta a la celebración. Pero aquella no era una noche para celebraciones y no entendía que hacía esa gente allí. El grupo se colocó en frente de mí. Parecía un pase de modelos extraño. Una de ellas me llamó mucho la atención. Esta chica iba con un look basado en vestido (por decir algo) hecho a base de tiras de charol negro y brillante,  conjuntado con unos zapatos de una basta suela negra inmensa, una especie de gafas gafas de cristal azul de aristas fosforescentes y dos coletas fucsia. Me parecía perfecta para la escena y encajaba en aquel futurístico y tétrico escenario.

Como os estaba contando, en ese momento empezó a soplar un viento terrible. Las gotas de lluvia se hincaban en mi cara; la gente empezó a agitarse y enseguida toda la estructura de pladur comenzó a tambalearse. Había paneles desgarrándose y soltándose por todos lados. Todo aquello crujía. Era el momento de huir nuevamente. Miré hacia abajo, una turba de gente enfurecida estaba mirando hacia arriba. Estaba claro que venían hacia donde estábamos. El motivo: ni idea.

Vi a la chica del beso, que huía también hacia algún lugar dentro de la estructura y pude escuchar desde lejos que iban a huir dirigiéndose hacia el puerto, donde un trasporte les esperaba a ella y a su familia, y que podrían utilizar para escapar. Debían de ser gente importante —pensé, y aunque me esforzaba en recordar, ni sabía por qué estaba allí, ni qué sentido tenía todo aquello… Yo no estaba invitado a ese transporte, pero estaba claro que allí no me podía quedar.

bdf881f1eef9ec1d5839db5deec3d15eEl estruendo del viento, la estructura  que se agrietaba y  caía a pedazos bajo mis pies, y toda la gente enfurecida viniendo a por nosotros, me producía pavor. Estaba desesperado y no tenía tiempo. De nuevo empecé a dar brincos irreales, utilizaba cualquier camino que encontraba a mi paso, pequeños túneles que se abrían entre las paredes de aquel castillo blanco y débil que se derrumbaba tiritando a mi paso, y me recordaba a los juegos de plataformas. Caía metros y metros hasta que conseguía fijarme en algún que otro panel, no sentía nada más que la lluvia agujereandome las mejillas y los párpados. Intenté seguirles. Les perseguía.

Vi a lo lejos al que supuse era su padre (el de la chica); llevaba una pistola extraña e iba acompañado por gente que parecían policías o guardaespaldas. Iban corriendo a todo gas y consiguieron llegar abajo. Allí, en la explanada, comenzaba a acudir una masa ingente proveniente de todos lados, se encaminaron hacia una basta pasarela hecha con cañas gruesas de bambú. Era una especie de puente que se elevaba levemente y que terminaba a lo lejos, fuera de mi campo de visión, en lo que imaginaba era el puerto de salida la ciudad.

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Yo estaba muy lejos todavía y no podía ver ni oír con claridad, pero allí se empezó a formar una buena… Llegaron 2 o 3 coches y empezaron a salir cyberpunks. Colores fosforescentes, música a todo volumen e cuerpos deformes. Yo no había conseguido alcanzarles y les perdía. Los policías y los guardaespaldas se quedaron allí, taponando el acceso al puente y pude ver comenzar la carnicería. No tardó en terminar con el suelo lleno de cuerpos, y no fueron los malos los que cayeron.

No tenía más salida, seguía deslizándome hacia abajo sin control. El descenso terminó de manera abrupta al caer en una de las esquinas de la explanada. No sentí nada.

El lugar era un una especie de plaza cuya única salida estaba ahora taponada por cuerpos destrozados y por estas hordas de desgraciados, me di cuenta que no había salida. Mis ojos se cerraron durante unos minutos. Cuando desperté, comencé a experimentar un terrible dolor en todo el cuerpo.

Me costó incorporarme. La jauría estaba medianamente tranquila después de acabar con la guardia, y no tenían intención de seguir tras la familia: ellos habían conseguido huir. Mientras estuvieran así,  podría respirar por unos segundos más. Miraba a mi alrededor, grupos de más gente se estaban acercando. No sabía de dónde salían. El pulso se me aceleraba y no podía pensar. Esta vez, me atraparían, no tenía escapatoria.

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Empecé a dar vueltas entre los grupos, intentando vislumbrar alguna salida y pasar desapercibido. Imposible.

Si tuviera que describirles, creo que serían algo así como una especie de malos de disco de barrio y pastilleros, mezclados con personajes de Regreso al Futuro II. Pero había algo muy inquietante en ellos: eran un especie de muertos vivientes. Daban realmente grima y sus ojos eran totalmente opacos. Sus movimientos no eran reales, se desplazaban casi sin moverse al ritmo la música.

Venían decididamente a por mí, y conforme se iban gritando unos a otros tras verme, yo iba concentrando más y más atención, me tenían acorralado. Ya los tenía encima… Intenté lanzar golpes desafortunados que no dieron más que con el aire enrarecido, y me resbalé en varias ocasiones. Me rodearon y yo al incorporarme no veía más que rostros desfigurados por el odio, tupés, bocas entreabiertas y cuerpos vacilantes… Estaban ya jugando conmigo y estaban disfrutando.

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Sabía que aquello no podría acabar bien. Las hienas estaban olfateando a su presa; y yo, tan solo lanzaba alaridos mudos de miedo ante la imposibilidad de defenderme. Uno de ellos hacía gracias conmigo, no quería acabar pronto y prefería darme pequeños golpes utilizando esos movimientos deslizantes que explicaba antes. No podía hacer nada. Me repartían golpes por doquier y en cualquier parte y empezaba a agolparse la sangre en mi boca. Se reían a carcajadas. Finalmente el jefe de la panda de los cyberpunk me acercó su asquerosa cara y me levantó de la nariz, causándome un dolor indescriptible, justo antes de escuchar un crujido interno y darme que cuenta que ahí acababa todo…

En ese momento me desperté. Como podéis imaginar estaba muy sobresaltado, me faltaba el aire y el corazón me latía a mil. Joder… había sido un sueño.


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En fin, no esperaba contar este sueño, pero me puse a escribir y salió solo del tirón, así que aquí lo dejo.

El problema es que ahora ya no sé ni donde estaba, ni por qué ha salido todo esto. Bueno sí: por la huida. El sueño no es ni más otro reflejo de mi mundo interior: la aventura, la sexualidad, el miedo, la cobardía, la intranquilidad, la violencia, la impotencia y finalmente y más importante, la huida.

De alguna u otra manera, cambiando los escenarios y los personajes, este tipo de sueño es reflejo, exagerado por supuesto, de lo que siento a menudo, en mi vida cotidiana.

Por eso pienso que si soy algún día capaz de desactivar esa vergüenza, o poder identificar de dónde viene, y de por qué surge ese miedo, quizás sea capaz de vencer el bloqueo que no me permite estar en paz.

Porque eso es todo lo que deseo: estar en paz.

 

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