Hoy,
miro al cielo oscuro y brillante,
parapetado tras una velo tupido, cuya fibras se retuercen y me asfixian:
calor y oscuridad.
Hoy el cielo es negro y nada más…
Sangro por una herida invisible y mi sangre,
también negra, fluye por mis poros diluyéndose en el universo,
abriéndose paso hasta su esencia
y ahogando las de estrellas que alguna vez encendí.
Hoy me permito una lágrima.
Hoy,
miro al cielo – oscuro.