A veces me pregunto si el hombre ha evolucionado de la manera correcta y si la inteligencia realmente es un instrumento tan valioso como se supone que es.
Está claro que la gente más inteligente no es de por sí la más «feliz», ni tampoco lo contrario se cumple. A menudo observo como un tonto lo que me rodea y pienso, joder somos como hormigas pero nos vestimos como… yo que sé, en realidad no tiene ningún sentido ni pies ni cabeza. Una persona se compra un mega todo-terreno bestial, la gente sale super arreglada el sábado por la noche, construimos esas colmenas donde están nuestras viviendas, llenamos el ocio de cosas extrañas, todas previo pago, actividades vario pintas, no sé, si lo comparas con el universo, con lo poco que sabemos de él dices, joder, que puto teatro y qué sin sentido.
Pienso si no deberían de ser las cosas más fáciles, más sencillas, más básicas.
Soy un gran adorador de la simpleza muy a pesar de que yo haga las cosas terriblemente complicadas. Siento una envidia, no sé si sana o no, de esas personas que son realmente felices con poco. Yo lo digo, y se me hincha la boca: «tengo muy pocas necesidades». En realidad es así, lo sé, pero tampoco he llegado a vivir esa vida sencilla, alejada del mundanal ruido. Quizás me aburriría, pero no lo creo, bueno quién sabe ja ja ja.
Nuestro modelo de inteligencia se basa en el individuo. La masa es una suma de individuos en la que el grado de consciencia es inversamente proporcional al número de individuos, cuanto más son, menos consciente son, tanto de ellos como individuos como de sus actos.
Me pregunto si no sería más inteligente un tipo de individuo conectado con el resto del universo, pero conectado de verdad, al igual que con el resto de seres vivos. Eso me trae bonitos recuerdos. De entre los libros que más he disfrutado leyendo, quitando a Marvin Harris, sin duda están los de La Fundación, de Isaac Asimov. En su 4ª entrega «Los Límites de la Fundación», describía el planeta Gaia, en donde habitaban unos seres super inteligentes que habían desarrollado una consciencia colectiva en el cual todos los seres estaban conectados unos con otros. Es cuando menos interesante. No os voy a decir mucho más de Gaia, el resto está en el libro y si no habéis leído la seria de «La Fundación» os lo recomiendo.
Realmente la individualidad ha sido quizás lo que nos ha hecho destacarnos de entre el resto de seres vivos. Al fin y al cabo han sido, y siguen siendo, decisiones de unos pocos hombres y mujeres las que rigen los designios de la humanidad. Hoy un tipo del ayuntamiento decide hacer una cosa así, y resulta que cambia la ciudad. El CEO de la companía x decide migrar su planta de producción al país no se cuantos y eso produce una transformación en el mundo que conocemos; Putin se levanta tras un mal sueño y decide conquistar no sé qué parte de sus antiguos territorios y hace temblar al resto de Europa…
Eso me da miedo. Quizás porque yo siempre he sentido una especie de pavor a influir en el mundo que rodea, a actuar en él y a producir cambios, por esa necesidad de niño de pasar desapercibido, quizás esté hablando desde esa postura aprendida en mi niñez, o quizás no. Pero realmente me asusta que sigamos guiados por individuos, cuyas decisiones pueden estar guiadas, en mayor o menor nivel, por su ego. Estoy pensando ahora mismo en Trump, pero no es el único en el que pienso, es por poner quizás el ejemplo actual más de moda. No creo en los grandes grupos, cuando el individuo se convierte en manada, y tampoco creo en el individuo porque aspira a cubrir, siempre, sus propias necesidades; pero sí creo en los grupos pequeños. De hecho creo que las decisiones deberían de ser tomadas por alguien que, olvidándose de su propio yo, tenga verdaderas capacidades de juntar esas individualidades a veces tan distantes y hacerlas converger hacia una idea realmente inteligente, donde el ego y la individualidad desaparezcan. Creo que demasiadas decisiones tomadas por gente importante nos han llevado donde estamos. Un mundo que se resiente por todos lados, que es incapaz de dar cabida a la demanda mundial de satisfacción de individualismos. Porque eso es lo que hacemos cada uno, perseguir satisfacer nuestras necesidades, necesitamos darle importancia a nuestra individualidad para que merezca la pena seguir viviendo, cuando la vida es el mayor de los regalos en sí mismo. Cuando pienso en todo esto, me gusta pensar en que quizás algún día lleguemos a tener una consciencia colectiva en vez de una individual.
En el mundo actual en el que vivimos la sociedad no se rige por la política, sino por la empresa y por la economía. La política, y finalmente la democracia, es simplemente el instrumento que facilita a la economía desarrollarse y estar en equilibrio. Equilibrio global basado en micro-caos, pero que necesita de una cierta estabilidad para ser medianamente sostenible.
A lo que voy es que las empresas están gobernadas por individuos, individuos que cuando se ponen un traje, entran en modo trabajo y ya se olvidan de que son una parte minúscula de un todo enorme. Se sienten importantes en ese microcosmos y además están protegidos por ese traje de superman. Ese traje se lo quitan cuando llegan a casa, hacen gym, hacen yoga, y besan a sus hijos a los que están regalando un mundo más devastado que el que encontraron. Quitarse el traje ofrece la redención a sus pecados. Lo que se hace en los despachos se queda en los despachos. Pero claro es su obligación ¿qué van a hacer si no? Ellos tienen que hacer que su empresa genere más beneficios porque si no lo hace entonces quebrará y será todavía peor. Tenemos un miedo terrible al de-crecimiento, la economía se espanta ante los crecimientos negativos: es como la peste y nadie quiere ser el apestado; como la vida misma. En los ejercicios de mindfulness se habla (y se medita) de comida consciente, pasear consciente, también de amar consciente; pero parece que olvidamos el trabajo consciente, la política consciente…
También está la excusa de que si no lo hacen ellos vendrá otro y lo hará. Como el tema de la crisis en España, el cuál voy a reducir de manera bruta en unas cuantas frases. Pero cuánta gente no habrá robado y se habrá enriquecido pensando que si no lo hacen ellos hubiera venido otro y lo habría hecho: «pues para que se lo quede el otro me lo quedo yo».
Cuando la crisis estalló nos enfadamos todos porque la vaca dejaba de tener leche, pero qué felices eramos cuando todos podíamos sacar leche de ella.
La gente comprando y vendiendo casas como locos para sacar unos millones de la nada esperando tan solo unos meses, gente llevándose dinero negro a espuertas para pagarse un mercedes que pasear por la feria del pueblo.
Estoy convencido de que podríamos crear un mundo mejor y más sostenible si pudiéramos de verdad apartarnos un poco de nosotros mismos y quitarnos esa falsa importancia del yo (del ego) que nos creemos tener por derecho.
En fin, este post son meras reflexiones apartadas un poco de mi mismo, del cuál ya he tenido por el momento bastante. Así que me despido deseando que paséis una noche agradable y recomendando que veáis el siguiente documental:
The Century of the Self.
Muy buen post! El individualismo extremo es un tema del que todos somos conscientes, nos incumbe a todos, pero nadie hace nada para solventarlo. Sigue escribiendo, me mola tu visión crítica. Por cierto, me apunto «La Fundación» para mis próximas lecturas 🙂
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